Tal y como nos indica al principio de este libro, si Lucas el evangelista pudo serlo sin haber conocido de primera mano los hechos que narra, cualquiera que se hubiera informado de estos hechos de la misma forma que lo hiciera Lucas, podrÃa escribir otro evangelio. Y ni corto ni perezoso Saramago se pone manos a la obra.
Todos los hechos que se narran aquà sobre la vida de Jesús, son los mismos que nos cuentan los otros evangelios. Únicamente cambia el punto de vista y la manera de analizarlos.
José es un pobre hombre, carpintero sÃ, pero del montón. Su cultura es más bien tirando a escasa, como se supone que tendrÃan los hombres de su posición económica y social. Su inteligencia, nada del otro mundo, bastante normalita. MarÃa, una joven de 16 años cuando concibe a Jesús, no tiene muchas más luces y su cultura, como ocurrÃa con las mujeres de la época, en casi nula.
La relación entre ellos es casi inexistente. Los hombres apenas hablan con las mujeres y éstas esperan a que se les pregunte para contestar. Comen por separado: primero los hombres, en este caso José, y luego las mujeres, de lo que sobra a los hombres, en este caso MarÃa, de lo que sobró para José.
Nace Jesús de una MarÃa fecundada por José, pero parece ser que Dios habÃa unido su esperma al de José y Jesús resultó ser hijo de Dios y no de José. Lo sabe Dios (luego es incuestionable) y asà se lo hace saber a MarÃa a través de un emisario que no sabemos muy bien si es un mendigo, un ángel o un demonio. O una alucinación de MarÃa.
El viaje a Belén para censarse; el nacimiento en la cueva; los pastores que le dan pan, leche y queso cuando nace el niño; la matanza de niños de Herodes; la huÃda hacia Nazaret para salvar a Jesús… todo esto está reflejado en este evangelio, pero de manera más mundana, más real, sin tanto misticismo, nada fantástico, con los miedos y las limitaciones propios de los humanos, porque asà es como se retrata a los protagonistas de la historia, más humanos que divinos.
Nos habla de los hermanos de Jesús, seis hijos y dos hijas que aún tuvieron José y MarÃa y de las riñas y envidias entre hermanos. Conocemos a un Jesús adolescente, impetuoso, rebelde y hasta maleducado y soberbio en ocasiones. Al fin y al cabo ¿Qué adolescente no lo es? Sabemos de sus estudios, de lo más elementales, su escasa cultura que se ciñe casi exclusivamente a las enseñanzas del Torá, que entendemos que son difÃciles de interpretar (lo que hace que cada uno las adapte a su manera) y bastante discriminatorias para la mujer, sea tu madre, tu hermana o tu hija.
MarÃa de Magdala, o MarÃa Magdalena, es una prostituta a quien el amor de Jesús “aparta del mal caminoâ€. Jesús, por supuesto, tiene relaciones con ella, cosa de lo más normal si pensamos que es un joven de 18 años, sano y de lo más normalito, y viven como marido y mujer.
Los apóstoles, los milagros (los panes y los peces, caminar sobre las aguas, las bodas de Caná, la cura de leprosos y paralÃticos, etc, etc), su arrebato de ira en el templo y la denuncia de Judas Iscariote. Todo está aquÃ, pero el color del cristal con que mira Saramago, es muy diferente al que utilizaron Marcos, Mateo, Juan y Lucas.
La conversación que tiene Jesús con Dios, en la que está presente el Diablo, durante los cuarenta dÃas que se retira del mundo, no tiene desperdicio. Dios le revela los planes que tiene para él: Dios quiere extender su reino, sus dominios, más allá del pueblo hebreo, un pueblo pequeñÃsimo que vive en una parte diminuta del mundo. Él, que creó el mundo entero, que creó a todos los humanos. Él quiere ser el dios de todos, quiere una asamblea mayor que la que tiene, expulsar a los demás dioses del corazón de los hombres y quedarse como el único al que los hombres adoren, quiere el mundo entero para sÃ. Y para eso necesita a Jesús. Él debe extender su reino, crear la Iglesia Católica y conseguir para Dios todo lo que le pide.
El Diablo está presente pero no participa y Jesús le pregunta que interés tiene en todo esto y la respuesta es que, tan grande como sea el territorio de Dios, será el del Diablo. Los lÃmites de uno serán los del otro. Cada religión tiene sus propios demonios y esta tiene a Lucifer.
Jesús rechaza el papel que se le asigna, pero Dios no se lo permite: Es voluntad suya y los demás a obedecer. “Estás en mi poderâ€-le dice-. Insiste Jesús que, siendo él todopoderoso, podrÃa conseguirlo sin necesidad de su participación. Pero Dios le contesta que se lo impide el pacto existente entre dioses por el que se les prohÃbe interferir directamente para robarse adeptos los unos a los otros. Por eso es necesaria la intervención humana, eso sÃ, dotando al susodicho de cierta divinidad. El hombre, “palo de cualquier cucharaâ€, desde que nace hasta que muere, siempre está dispuesto a obedecer. “Y tu serás la cuchara que yo meteré en la humanidad para sacarla llena de hombres que creerán en el dios nuevo en que me convertiré.â€
Jesús pregunta cómo lo conseguirá y cómo será el futuro de los hombres. Dios, ni corto ni perezoso se lo cuenta tal cual: Su muerte en la cruz, los martirios y muertes violentas de sus seguidores, las Guerras Santas, las Cruzadas, la Santa Inquisición, los horrores, matanzas y carnicerÃas en nombre del dios verdadero… todo contado hasta el más mÃnimo detalle. La sangre que se derramará y el sufrimiento que supondrá a millones y millones de personas durante miles y miles de años. Pero es necesario. Dios se siente insatisfecho y necesita estos sacrificios.
El detalle pormenorizado del futuro que espera a la humanidad hasta que Dios consiga lo que quiere, es tan terrorÃfico que, llegado este momento, Lucifer interviene ofreciendo un pacto: Él también quiere que el poder de Dios se amplÃe, para asà ver ampliado el suyo, pero la perspectiva que presenta Dios es tan espeluznante que él mismo se siente horrorizado y propone que Dios le perdone, le acepte nuevamente en el cielo, sin que muera nadie, le ofrece nuevamente obediencia como cuando era uno de los ángeles predilectos (Luzbel, el que lleva la luz). De esta manera se acabará el Mal sobre la Tierra, Jesús no tendrá que morir y el reino de Dios será el mundo entero, el universo. El Bien gobernará y Lucifer le promete ser el más fiel de todos sus ángeles. Todo volverá a ser como deberÃa haber sido siempre.
Dios le contesta: “No te acepto, no te perdono. Te quiero como eres y, de ser posible, todavÃa peor de lo que eres ahora. Porque este Bien, que soy yo, no existirÃa sin ese Mal, que tú eres. Si tú acabas, yo acabo. Si el Diablo no vive como Diablo, Dios no vive como Dios. La muerte de uno serÃa la muerte del otro.â€
Reflexión terrible, pero cierta. El Bien necesita del Mal. El Ying del Yang.
Este serÃa el evangelio según Saramago, aunque lo cierto es que nos da lo que cree que serÃa la visión de Jesucristo. Dicen que escribió este libro por el deseo del autor de excavar hasta las raÃces de su propia civilización, para extraer las preguntas esenciales. Yo creo que lo escribió para compartir con nosotros sus reflexiones, sus propias respuestas a sus propias preguntas y mostrarnos sus conclusiones para que nosotros concluyamos las nuestras.
Saramago no niega lo divino, entendiendo como tal la religiosidad humana, la que cada uno llevamos dentro. Simplemente establece el debate y se pregunta ¿Quién?, ¿Cómo? ¿Por qué? ¿Hay alternativas? ¿Tiene otras lecturas? ¿Lo blanco es blanco y lo negro es negro? ¿Existen escalas de grises? Nada es lo que parece y la tradición transmitida a través de miles de años, quizá necesite una profunda revisión.
Seguramente algunos estarán de acuerdo con lo que escribe y a otros les parecerá un blasfemo. Yo creo que es un hombre inquieto, inteligente, que desea encontrar su propio camino, hacer sus propias reflexiones y que cuestiona todo lo que se nos dice, sin dar por cierto todo lo que nos ofrecen.
En cualquier caso, Saramago no deja indiferente.
No termina de gustarme el lenguaje que utiliza en Saramago en algunos pasajes de la historia –sobre todo hacia el centro del libro-, por complicado y difÃcil de seguir. Si dejamos a un lado aquello de que no utiliza puntos y seguido, que todo son oraciones entre comas y que los diálogos son narrados, nos quedan unas frases con sentido inescrutable, -como los designios de Dios-; párrafos enormes para no decir nada, alusiones a frases archiconocidas de la terminologÃa habitualmente atribuida a los protagonistas de la historia que, fuera de contexto, no se entienden más que como mero guiño a la Historia Sagrada tradicional (“En verdad, en verdad os digo…†“He aquà la esclava del Señor, hágase en mà según su palabra…â€); párrafos que tienes que releer porque te has perdido un par de veces… Supongo que la intención es imitar el estilo los evangelios reconocidos por la Iglesia como verdaderos.
A pesar de esto el libro me merece una buena calificación, aunque sólo sea por el hecho de que me parece un ensayo sobre la religión en toda regla, en este caso la católica, pero creo que serÃa extrapolable a cualquier otra. Quizá no sea exacto, quizá sea un ensayo filosófico que hubiera tomado la religión como vehÃculo para decirnos “Un momento. Párate a pensar por ti mismo. Tú eres capaz de valorar y razonar.â€.
Os pido nuevamente perdón por la extensión de esta entrada. Sé que se puede hacer larga y pesada, pero hay mucho que decir sobre este libro. He quitado párrafos enteros, he suprimido bastante información, pero a pesar de todo, me ha ocupado bastante más de las 1000 palabras que, alguien me dijo un dÃa, no deberÃa sobrepasar.