En marzo de 1936, un inglés conocedor como nadie de la obra de Velázquez, es contratado para autentificar y valorar una posible obra de este pintor. Se traslada a Madrid para encontrarse con el cuadro y su propietario sin saber lo que le espera.
En Madrid los ánimos están revueltos, muy agitados. El ambiente es peligroso, las riñas, las disputas, las refriegas callejeras están a la orden del dÃa. Se está cociendo el “glorioso alzamientoâ€.
Sin saber cómo ni porqué, el protagonista se ve directamente involucrado en todo lo que se trama, tanto en asuntos polÃticos, como en asuntos amorosos. Sólo os diré que pretende a la novia del mismÃsimo lÃder de la Falange Española, José Antonio Primo de Rivera.
A pesar de que intenta distanciarse de los acontecimientos, de que considera que él no es quien para participar ni pasiva ni activamente en los hechos, la espiral de los mismos le arrastra irremisiblemente.
La historia es ficticia, basada en hechos reales, con personajes históricos, con sucesos tal cual fueron, pero vistos por un personaje imaginario, que bien pudo haber existido. Es un libro de historia, contado de manera lúdica, con romances ficticios, conspiraciones, persecuciones y emboscadas inventadas, pero similares a las que realmente ocurrieron. Un magnÃfico libro del singular Mendoza, que narra los acontecimientos previos a la guerra y que acaba poco antes de que se inicie la contienda.
Aunque he leÃdo en algún sitio que tiene su toque cómico personal, creo que en este caso no es asÃ, al menos a mà no me lo ha parecido. Eduardo Mendoza ha conseguido una novela de intriga, misterio, espionaje, romances… Una comedia de enredo basada en unos hechos históricos trágicos, pero no puedo decir que haya encontrado en ella el tÃpico humor de Mendoza, al menos nada más allá de la elección de algún nombre rebuscado con tintes jocosos.
Es una obra seria, que refleja un hecho histórico importante pero que no resulta densa o aburrida, sino entretenida, interesante e instructiva. Una recreación de una época convulsa de nuestra historia no demasiado conocida por el gran público, ya que la guerra civil que vino a continuación, eclipsó en buena parte la relevancia de los acontecimientos que se produjeron en los dÃas inmediatamente anteriores al conflicto.
Una época que la dictadura rodeó de un oscurantismo y un secretismo, que ni siquiera con el bombardeo de noticias que recibimos al recuperar la libertad en tiempos de la transición, cuando se podÃa hablar de todo, cuando nos llegaba tanta información que no nos daba tiempo a asimilar, ni siquiera entonces pudimos llegar a tener demasiado claras las cosas y liberarnos de nuestra gran ignorancia sobre la historia reciente de nuestro paÃs. Y ahora parece que queda tan lejano, que no le prestamos la atención necesaria.
Además de poner algo de orden en esta parte de la historia de mi paÃs qué sólo conocÃa a grandes rasgos, me ha gustado especialmente comprobar que el autor, a través del protagonista de esta novela, comparte conmigo el amor por la figura de Velázquez y su pintura.

En el misterioso cuadro pendiente de autentificar está representada la misma mujer que en este, La Venus del espejo. ¿Un capricho personal de Velázquez?
He disfrutado con la descripción de unos cuadros que conozco bien, me he recreado en los detalles que refiere, he paseado con él por las salas del Museo de Prado que también yo he recorrido muchas veces, viendo los cuadros que él me describe. Pero además, como el conocimiento de Mendoza sobre Velázquez y su obra es muy superior al mÃo, también he aprendido mucho.
He escuchado y leÃdo muchos comentarios sobre esta novela, todos positivos y halagadores. En algunos de ellos se hacÃa una comparación de lo narrado, con la vida pintor y su obra, pero yo no me atreverÃa a tanto. Algunos paralelismos me parecen demasiado forzados.
Hay un cuadro presente en la obra que no es de Velazquez, se trata de “La muerte de Acteónâ€, de Tiziano. Algunas personas han comparado a Acteón con Azaña y con el destino trágico de la II República, atacada por una salvaje jaurÃa (los polÃticos y sus partidos) en medio de su propio miedo e impotencia, abocada a la muerte y propiciando la llegada de la dictadura, tras una penosa guerra civil de 3 años de duración.

La muerte de Acteon, de Tiziano.
También asemejan la figura de Anthony Whitelands, el inglés protagonista de la obra, espectador involuntario de todo lo ocurrido, con los bufones de palacio, espectadores sin voz ni voto de todo lo que ocurrÃa en la corte.
Y una última comparación. Como Velázquez, Mendoza huye del dramatismo, relatando unos hechos sangrientos y dolorosos, con naturalidad y sinceridad, pero con un distanciamiento deliberado de una situación que no se siente llamado a juzgar.
Velázquez fue un pintor desapasionado. Un magnÃfico pintor que retrataba todo lo que ocurrÃa en la corte, pero que no participaba activamente en el mundo de intrigas y conspiraciones propias de la época.
De la misma manera el protagonista, de manera recurrente, repite a todo el que le quiere oÃr, que él, a pesar de su amor por España, por la pintura española, por Velázquez, por Madrid, una ciudad en la que se siente como en su casa, no puede ser más que observador imparcial de los hechos que están ocurriendo.
Me parecen un poco rebuscadas estas semejanzas, pero quizá estos crÃticos sean más capaces que yo.
El tÃtulo del libro es algo que me pareció muy curioso. A pesar de que Velázquez es el pintor estrella de la novela, ésta se presentó a concurso con el nombre de “La muerte de Acteónâ€, el cuadro de Tiziano que comparte protagonismo con todos los de Velázquez.
Luego, cuando ya se hizo público el resultado, la obra tomó el tÃtulo que finalmente llevarÃa, “Riña de gatosâ€. Yo llegué a pensar que se referÃa a una riña de madrileños, a los que se conoce con el nombre de gatos, pero me parecÃa demasiado traÃdo con pinzas por mi parte, pues, aunque los hechos que se narran ocurren en Madrid, la riña ocupó, geográficamente, mucha más extensión.
Pero el caso es que me sonaba tan familiar, que se me ocurrió buscar en Internet estas palabras (¡qué triste!, ahora leo con un ordenador a mano), y esto es lo que encontré

Riña de Gatos, de Francisco de Goya. Museo del Prado.
Efectivamente, otro cuadro que no es de Velázquez, sino de Goya, comparte protagonismo con el de Tiziano en el tÃtulo de la obra. Velázquez se queda en su interior. Es un detalle que me resultó muy llamativo, pero que no me veo capacitada para analizar. Simplemente me llamó la atención.
De cualquier manera, veamos lo que veamos, conozcamos el tema más o menos, nos guste o no la pintura de estos artistas, lo cierto es que es una novela tan interesante, que estoy segura de que a todos os va a gustar.
A todos los libros que leo intento buscarle lo mejor y lo peor para reflejarlo en mis reseñas, pero es que en este caso no he encontrado nada malo y por eso lo recomiendo fervientemente y no tengo más remedio que darle la puntuación máxima: 5 antifaces.
¡Ah!, se me olvidaba. La novela acaba…( sÃ, es un spoiler) con el Conde Duque de Olivares indicando al Sr. Whitelands el camino a seguir: el de su casa.

"Por allÃ, joven, por allà puede ir yéndose Ud."
O al menos asà se siente él, expulsado del Museo del Prado, de Madrid y de España, por el mismÃsimo valido de Felipe IV.