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“El mal de Corcira”, décimo libro de la serie de detectives de la UCO Bevilacqua y Chamorro, trata desde la ficción, sí, pero con un fuerte acento de autenticidad, el conflicto alimentado durante medio siglo por la actividad terrorista de ETA. Este matiz de realidad sólo lo puede lograr alguien que se ha documentado profundamente. La novela empieza con una operación, aparentemente sencilla, para efectuar una detención. No obstante, la precipitación la compañera de Bevilacqua hace que sea abatida y llevada al hospital. Esto parece una mera excusa del autor para apartar de la trama, o de la mayor parte de la trama, a la Brigada Virginia Chamorro. Lo que, a priori, puede parecer algo negativo, le da un toque diferente e interesante a la historia, sobre todo teniendo en cuenta que el Subteniente Rubén Bevilacqua no deja de hablar con ella ni un solo día durante su convalecencia.

A partir de este incidente que deja fuera de combate a Chamorro, empieza el verdadero argumento. El teniente general Pereira, viejo conocido de Bevilacqua con quien, a pesar del distanciamiento que se ha ido produciendo en el escalafón de cuerpo, nunca ha perdido contacto, quiere que se encargue personalmente de un crimen aparentemente no demasiado difícil. Un hombre ha sido asesinado en la isla de Formentera. Ha sido visto anteriormente en la zona gay de la isla, en compañía de algunos jóvenes de la zona. Nada que justifique la intervención de la UCO. Pero el incidente adquiere un cariz notable, o al menos peculiar, cuando le dicen la identidad del muerto: Un vasco condenado en su día por colaboración con ETA. Debe resolver este crimen intentando no dejarse influir por este “detalle” pero sin tampoco perderlo de vista.

Tras una muestra del buen hacer del cuerpo, de la colaboración entre distintos estamentos, entre equipos de distintas comunidades, ciudades…etc, logran resolver el crimen y detener al asesino: Su última relación homosexual a quien conoció a través de las redes sociales.
Pero el Subteniente Bevilacqua no está todo lo seguro que debiera. Repasa una y otra vez los datos, las pruebas, las investigaciones, los testigos… etc, y todo apunta hacia el detenido. ¿Por qué no está conforme con los resultados?

La obstinación del acusado en reiterar su inocencia, la insistencia de la madre del mismo y algo -una nimiedad- que el detenido recordó y que les dijo ahora, hace que vuelvan a retomar el caso, pero no de una manera formal, sólo por no dejar ningún cabo suelto. En la investigación casi rutinaria de este pequeño detalle que les comunicó el acusado se tropiezan con algo tremendamente sorprendente que les lleva a sumergirse de lleno en esta nueva línea de investigación que les conducirá al País Vasco y a las acciones, actuales y pasadas, de los integrantes de la banda terrorista ETA.

Esto hace que se abra una trama paralela en la que se nos narra las experiencias de Bevilacqua durante sus años de servicio en el País Vasco en los momentos más duros de la banda, intentando además entender él mismo porque pidió de manera voluntaria este destino, en la primera línea de una guerra cruenta que ensombreció la vida de todo un país, cuando ETA era una máquina de asesinar -entre otros- guardias civiles. Es una maravilla ver como gestiona la narración en dos tiempos con acertados movimientos entre pasado y presente.

ETA es un tema que no ha sido plasmado demasiadas veces en una novela, a excepción de la muy notable “Patria”, de Fernando Aramburu, cuya lectura recomiendo muy encarecidamente. En el caso que nos ocupa este tema que aparece como escenario secundario de la trama, cobra importancia a través de las opiniones, sentimientos y recuerdos de sus personajes, tanto de un lado como de otro. Es importante notar que el libro incluye el punto de vista de la Guardia Civil, desde los más sosegados a los más furiosos. De todos. Es una manera magistral, prudente y rigurosa de acercarnos al conflicto, tratando de comprenderlo, pero sin dar la más mínima aprobación a la violencia por parte de ningún bando.

Soy una apasionada de esta saga, y, a pesar de lo difícil que pueda parecer, creo que con cada nuevo libro Lorenzo Silva se supera. Es, posiblemente, la historia mejor urdida, con el mejor argumento y más completa de las protagonizadas hasta ahora por estos dos guardias civiles. Arriesgada, difícil y comprometida.

Poco a poco vamos comprendiendo mejor la compleja y muy definida personalidad de Rubén Bevilacqua aunque ahora me faltaría un acercamiento al pasado de Virginia Chamorro. Esta pareja tiene una curiosa relación que no avanza y, a pesar de que a mí me gustaría que avanzara, puedo entender por qué. Sólo espero que esta relación se consolide antes de dar por terminada la saga.
La única pega que encuentro es, quizá, el exceso de citas literarias que demuestran el alto nivel cultural del autor (dado que yo soy una lectora de un rango cultural medio) pero, en ocasiones, el tener que pararme a intentar entender lo que nos quiere contar, me ralentizaba mucho la lectura.

El relato de la guerra civil entre atenienses y espartanos que veinticinco siglos atrás hubo en Corcira (actual Corfú) que Tucídides describió y al que hace referencia en más de una ocasión, es el que me parece que viene más al caso. Luego hace mención de otros escritores y otros libros que no encuentro tan necesarios y que me entorpecían la dinámica de lectura. Supongo que lectores más cultos que yo lo pueden encontrar incluso gratificante.

Las novelas que componen una saga no suelen ser grandes obras literarias pues su propia cualidad de saga lo hace casi imposible. Lo más probable es que simplemente aspiren a ser interesantes y entretenidas, que no es poco. Pero esta historia está tan bien escrita, el autor muestra un manejo tan diestro del lenguaje, ha creado una estructura narrativa tan completa, unos personajes con una personalidad tan rematada y además nos ofrece un relato tan rico e interesante añadido al del propio caso policial que se investiga y más duro y oscuro que éste, que creo que se acerca mucho a la calificación de obra magistral.Quiero hacer especial hincapié en esa construcción de personajes secundarios a los que da un trato magnifico que los convierte en muy creíbles y muy reales.

Y por último destacar una reflexión de la última parte del libro que un compañero guardia civil comparte con el subteniente Bevilacqua y que me ha parecido muy interesante:  “Al final, Gardelito, los salvamos de ellos mismos. Los tontos de Cádiz, o de Orense o de Salamanca o de Badajoz, que fuimos allí a ponernos a tiro, les dimos la paz esa que tienen ahora, sin el miedo que se los comía por las patas cuando tú y yo estábamos allí. No nos lo van a reconocer nunca, así que nos lo tendremos que decir nosotros.”