El cadáver del subteniente Robles, en reserva de la Guardia Civil, es encontrado colgado de un puente en La Rioja con evidentes signos de cruel tortura. El caso requiere de un equipo especializado por lo que es asignado a la Unidad Central, con sede en Madrid, al equipo del brigada Rubén Bevilacqua y que cuenta con la ayuda de la sargento Virginia Chamorro y del guardia Juan Arnau.
A Bevilacqua le une lazos fuertes y especiales con Robles. Trabajó a sus órdenes, de él lo aprendió todo y fue su mentor varios años atrás, en Barcelona, donde este último residió hasta su muerte.
Esto le confiere un carácter personal, del que todo el mundo es consciente, una misiónmucho más delicada que las de costumbre por las connotaciones tan emotivas. Quizá no sea lo más apropiado, pero Bevilacqua se ha ganado su reputación a pulso y sus superiores saben que lo hará con la pulcritud que requiere el caso, sabiendo distanciarse de estos lazos de amistad con el fallecido para actuar con la eficacia que le caracteriza.
Las primeras conclusiones que saca Bevilacqua es que, ya jubilado del cuerpo, Robles «completaba» su pensión prestando ciertos servicios de vigilancia y custodia de dinero para el crimen organizado.
Esta investigación se cruza con otra liderada por el agente López, de la Unidad de Asuntos Internos, quien investiga un caso de corrupción dentro de la Guardia Civil. Algunos sospechosos están aparentemente implicados en ambas tramas. ¿Habrá sido también Robles un guardia civil corrupto? Investigando las personas con las que se relacionaba Robles encuentran a una prostituta con la que mantenía relaciones. Ésta será el cabo de la madeja que les llevará hasta una organización de trata de mujeres.
Los sospechosos de matar y torturar a Robles se multiplican, se cruzan, se enredan, cambian, se complican ¿Quién mató al subteniente? Parece que nunca lo vamos a descubrir.
La marca del Meridiano Greenwich, la que divide Madrid y Barcelona (o más bien la que separa a Barcelona con el resto de España), es tan fina e invisible como la que separa el bien del mal, lo legal de lo ilegal. Es fina e invisible, no la vemos, pero existe y no es tan difícil cruzarla, tan sólo es necesario un momento de duda, de incertidumbre que nos lleve a tomar la decisión equivocada e iniciar un camino del que será muy difícil salir.
Lorenzo Silva, uno de los grandes escritores actuales de novela negra, policíaca nos trae un nuevo caso de este equipo de guardias civiles. Ya no puedo decir pareja, pues a Virginia y Rubén se ha unido el agente Arnau. Siempre parece que no podrá superarse, pero en esta ocasión lo ha hecho. En una novela de gran calidad, ha conseguido mejorar el argumento, la complejidad de la acción, ha entrelazado a la perfección varias tramas con la complejidad que esto supone. Los personajes siguen siendo igual de reales, con los que es fácil empatizar. Ha incidido en su interior, introduciéndonos un poco más en sus vidas y en sus mentes. Sobre todo en la de Rubén Bevilacqua a quien después de este libro ya conocemos en profundidad.
Al trasladar la acción a Barcelona, donde Vila estuvo destinado sus primeros años y donde conoció a Robles, sus recuerdos nos han hecho conocer a un Rubén Vila joven, menos maduro, con sus dudas e inquietudes que le llevaron a tener que hacer equilibrios sobre esa línea fina e invisible que separa el bien del mal. Una cosa que me llama la atención es lo cultos e instruidos que son todos los personajes principales. La idea general que se tiene de los cuerpos de seguridad no es precisamente que sus miembros sean licenciados en Ciencias Matemáticas, Filosofía, Astronomía, o cualquier otra materia no relacionada con su profesión.
Volviendo a la intimidad que compartimos con Rubén, quizá la próxima en desnudar su vida y su alma sea Virginia Chamorro y así adquiera el protagonismo que se merece junto a su jefe. Juan Arnau tendrá que esperar, al fin y al cabo es el novato recién llegado.
Otro punto curioso es la visión de la visión catalanista, tan actual hoy en día. Vila la entiende, la comprende y se adapta a ella. Es capaz de vivir inmerso en esta sociedad sin tener ningún problema con catalanes independentistas y con los que no lo son. Sin embargo Virginia es reacia a intentar siquiera comprenderla y adopta una postura de incomprensión y enfrentamiento. Esto nos hacer introducirnos en el tema conociendo las dos visiones de una misma situación para adoptar nosotros nuestra propia postura.
Alguna alusión también a la dureza del tiempo que pasó trabajando en el País Vasco antes de su traslado a Barcelona. Quizá más adelante toque este tema.
La investigación policial es relatada con detalle y claridad, utilizando los métodos clásicos (interrogatorios, trabajo de campo, siguiendo todas las vías posibles hasta el agotamiento) y los más modernos al servicio de la investigación criminal, (intercepción de mensajes de móviles, utilización las redes sociales), así como la relación profesional con la policía nacional y la autonómica y con los jueces, a los que hay que tratar con un cuidado especial si queremos que nos faciliten las maniobras. Aunque en esto casi siempre Vila tiene suerte. Eso, o que los sabe manejar muy bien.
No puedo decir nada más que Lorenzo Silva escribe muy bien, muy claro y consigue que sus novelas sean adictivas. La acción es fluida, lineal (incluso cuando volvemos atrás en los recuerdos, pues no son “flashbacks” ni saltos en el tiempo), por lo que su lectura es muy fácil y agradable. La historia resulta real y creíble, interpretada por personas normales, que son capaces de hacer grandes cosas con medios sencillos: no son 007 ni Ethan Hunt (Misión Imposible), ni tienen superpoderes.