Lunes, 11 de octubre de 1948, un día antes de la celebración del día de la Hispanidad, entonces conocida como la Festividad de la Raza, en plena postguerra, en un mundo caótico y terrible y en el que cada cual sobrevive como puede, Miquel Mascarell se considera un hombre relativamente afortunado pues parece que ha conseguido rehacer su vida y pasar sus años de jubilación (sesenta y cinco años cumplidos) con relativa tranquilidad. Pero no será así. Un hombre peligroso y terrible entra en su vida y le pide –le exige- que investigue un asunto suyo particular. Si se niega puede poner en peligro su propia vida y, lo que es peor la de Patro, con quien ha podido encontrar de nuevo algo de felicidad. Benigno Sáez, un fantasma de su pasado es rico, poderos e influyente. Un hombre de negocios que comulga con el nuevo régimen dictatorial lo que le hace aún más peligroso.
Le presenta el encargo como si fuera fácil: sólo tiene que encontrar la tumba de su sobrino que murió los primeros días de la guerra a manos de un anarquista (¿Fácil? ¿Muertos en la cuneta en la Guerra Civil? Sonaría cómico si no fuera por el presente trágico que están viviendo aún montones de familias que no saben dónde reposan sus muertos, su familiares más queridos). Su hermana, madre del fallecido, acaba de morir y le ha pedido como última voluntad que encuentre la tumba de su hijo y le entierre junto a ella.
¿Por qué se lo pide a él en vez de utilizar los contactos que este prohombre tiene entre las más altas instancias de poder? Pues porque hay que moverse entre rojos (al fin y al cabo lo mató un anarquista) y esa gentuza de fiará más de otro rojo para soltar la lengua.
Patro está aterrorizada pues conoce bien a este señor y sabe de su maldad y su sadismo. Sabe que les va a complicar la vida y mucho y le propone huir juntos ¿Huir? ¿Dónde? No hay sitio en el que puedan esconderse. No le queda más remedio que intentar resolver este nuevo caso.
Jordi Sierra nos brinda una nueva ocasión para conocer o recordar una parte no tan lejana de nuestra historia, aunque a veces lo parezca, mientras recorremos de la mano de Mascarell las calles de Barcelona, rebautizadas ahora con la arrogancia de los vencedores, para que no quede huella de nada que pueda recordar que hubo un tiempo antes. Jordi Sierra nos cuenta la verdad de lo que pasó. La otra verdad, la que difiere de la oficial, pues nunca hay una sola verdad.
Su forma de narrar tan precisa y tan sencilla al mismo tiempo, hace que te sumerjas entre sus páginas y acompañes al protagonista, sufras con él, sientas miedo con él e incluso ames con él. Su capacidad para mantener la tensión narrativa hace que no encuentres momento para dejar de leer.
Se suponía, y así lo dije en el LEYENDO, que esta era la última novela de la trilogía del Inspector Mascarell, pero parece ser que no va a ser una trilogía sino toda una colección. Ya está publicada su siguiente aventura Dos días de mayo. Y os avanzo un poquito para abriros el apetito. Yo ya tengo ganas de hincarle el diente:
Ambientada en los días 30 y 31 de mayo, durante una visita del Generalísimo Francisco Franco, caudillo de España, a la ciudad de Barcelona.
De manera casual Miguel Mascarell descubre un plan para asesinar a Franco ¿Qué hacer? ¿Intentan salvar la vida del dictador o dejar que el plan para matarle siga adelante? Quizá esto pueda sumir a España en una nueva Guerra Civil. Mascarell tendrá que luchar con sus demonios internos.