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Reseña Asesinato en primavera

Ya os comenté hace unos días, cuando me disponía a leer esta novela, lo mucho que me había sorprendido y la curiosidad que había despertado en mi, el poder leer un nuevo caso del comisario Maigret, esta vez escrito por un autor español, sevillano por mas señas, y que además situaba al personaje en la capital andaluza de los años 50, donde nunca antes lo había situado su autor original Georges Simenon.

Bien, pues ahora he de decir que de nuevo me ha sorprendido esta novela, después de leerla, porque a pesar de las dificultades que podía entrañar lo antes expuesto, ha resultado ser una obra casi redonda. Ágil, amena, entretenida y fácil de leer y sobre todo, lo más difícil, manteniendo todos y cada uno de los clichés del personaje original, enriquecidos si cabe, al haberlo situado fuera de sus anteriores entornos.

Nada en la novela resulta chirriante ni fuera de contexto, como quizá hubiera cabido esperar. El autor nos desarrolla el argumento del caso de una manera ligera y sencilla, enlazando y encajando todos y cada uno de los hechos y situaciones que van aconteciendo, en una narración de perfecta cronología. El lector se va integrando y enganchando a la investigación casi sin darse cuenta, gracias a la sencillez de la exposición narrativa.

Es un argumento vivo y en constante avance, a la vez que perfectamente descriptivo del entorno y la situación en que nos lo desarrolla.

El comisario jefe de la policía parisina Maigret, regresa de solucionar un caso en Casablanca y su avión, por una inesperada avería técnica se ve obligado a aterrizar en Sevilla y permanecer allí unos días.

El cónsul francés de la capital andaluza Monsieur Renoir, encargado de atenderle, aprovecha la situación para solicitar su ayuda en el caso de la desaparición de un ciudadano francés, Léon Leblanc, amigo suyo y antiguo colaboracionista del régimen nazi durante la reciente guerra mundial. Desaparición que poco después se confirma como un asesinato al encontrar el cadáver en la finca que poseía en el pueblo sevillano de Constantina, con síntomas evidentes de haber sido duramente golpeado hasta su muerte.

A partir de ahí, Maigret, un poco a regañadientes al principio, se va introduciendo en la trama y conociendo a los distintos personajes, pocos, que van a componer la acción, manejándose como siempre con esa mezcla de meticulosidad, intuición y saber integrarse en la escena, que ya le conocemos de anteriores ocasiones.

López, un joven sevillano bilingüe que le es adjudicado por el cónsul a modo de intérprete y ayuda para todo, un inspector de policía español, Galván, que también habla francés, y un cabo de la Guardia Civil, serán los encargados de ayudarle.

En el otro lado, la viuda Jacqueline Leblanc, una hermosa mujer perfectamente integrada en la sociedad sevillana, pero cuya actitud parece esconder algún secreto y que consigue a veces turbar y perturbar al comisario francés. El administrador Gastón Benoit, que trabaja para los Leblanc desde hace solo unos meses. Y el capataz de la finca, Ramón, un personaje que retrata fielmente al trabajador rural de la época, leal y servicial a su señor casi hasta la muerte. Sin otra cultura que sus conocimientos del campo pero con una mente ágil y despierta.

Toda la acción se desarrolla entre la capital andaluza y la finca propiedad del difunto en el pueblo de Constantina, lugar donde aparece el cadáver.

Maigret, al principio un poco fuera de sitio, va, con ayuda de sus colaboradores integrándose y mimetizándose con los distintos ambientes y costumbres que va descubriendo, algunas de ellas ciertamente asombrosas para él y desde luego tan distintas a las de su entorno habitual. Al mismo tiempo el lector irá descubriendo como era la vida, las costumbres y algunos lugares típicos de aquella ciudad de Sevilla, a caballo entre los años 50 y 60. De la misma manera, se nos descubre el mundo rural de las grandes fincas andaluzas con unos personajes que son ya arquetipos de aquella sociedad.

En medio de todo ello, nuestro comisario francés va haciendo trabajar su mente, unas veces con los pequeños detalles que no escapan a su sagacidad y otras con su infalible intuición, avanzando en una investigación en la que, por otra parte, está trabajando de manera extraoficial, en teoría como mero asesor de la policía y la guardia civil españolas.

Otros cuantos personajes secundarios completan una trama sencilla y bien desarrollada y en la que los pocos personajes principales la hacen fácil de leer. Desde el primer momento el lector asimila quien es quien y que es que, sin necesidad de retornar en la lectura a páginas o capítulos anteriores.

Toda la acción se va a desarrollar en una semana escasa, con una perfecta cronología de los hechos y los avances en la investigación, a lo que ayuda también, y no poco, la estructuración y los títulos de los capítulos y subcapitulos.

La prosa también es directa y sencilla con muy poquitas concesiones a la retórica y con un fluir constante, sin prisa pero sin pausa, que consigue enganchar al lector.

El autor hace una mas que correcta descripción de la sociedad sevillana de la época, tanto de la ciudad como del ámbito rural, pero perfectamente integrada en la narración de la trama. Nunca se pierde en parrafadas descriptivas de personas o entornos sino que nos los va descubriendo a la vez que avanza en el desarrollo y exposición de los hechos en una perfecta simbiosis.

Escenas, personajes, costumbres y lugares quedan perfectamente retratados, a la vez que retratan a una sociedad que arrastra todavía no pocas secuelas de una guerra y una posguerra aún recientes en la memoria.

El último tercio de la obra, una vez que nuestro comisario francés ha ido reuniendo pruebas e indicios suficientes como para tener prácticamente resuelto el caso, se centra en aclarar el móvil del crimen, y aquí si que la trama se va a complicar un poco para el lector. Hay que leer un poco mas despacio para asimilarla.

Entra en juego el pasado colaboracionista de la víctima, sus actividades mas recientes en sentido contrario, y todo el oscuro tema del los expolios que los nazis llevaron a cabo durante la guerra y de los distintos lugares a donde fueron a parar todos esos tesoros y riquezas. Básicamente a la eternamente “neutral” Suiza y a Sudamérica, pero también a otros países.

Maigret, con la ayuda de sus colaboradores y utilizando sus contactos, tanto en la propia Francia, como en Suiza, conseguirá también centrar así el móvil de un crimen sin aparente causalidad, una vez descartadas las pistas mas lógicas.

El final se adorna con un hecho, una nueva víctima que no os voy a desvelar, pero que lleva a las autoridades españolas a cerrar el caso definitivamente dándolo por aclarado, mientras que nuestro comisario francés en un informe verbal y extraoficial al cónsul monsieur Renoir, expondrá lo que para él serían los dos posibles finales del caso.

Pero su misión ha terminado y ni quiere ni puede seguir investigando. Su avión, ya reparado continúa vuelo hacia París, y todos parecen satisfechos con la forma en que ha concluido la investigación.

Y en ese “todos” anterior, creo que puede incluirse también a los lectores.

Si alguien me forzara a ponerle un “pero” a esta novela, quizás me vería obligado a manifestar que, por decir algo, los lectores van a adivinar demasiado pronto quizás, quien es el principal sospechoso del crimen y candidato número uno a culpable. Y ello quizá debido a que los personajes principales son pocos y tan bien definidos y perfilados, que por descarte, no va a resultar difícil hacerlo.

Pero no os preocupéis, porque la búsqueda del móvil y la exposición final del comisario Maigret sobre la resolución del caso, conseguirá manteneros en la lectura con interés y tensión hasta el final.

La novela no me ha defraudado y creo que es digna de figurar, sin desmerecer ni desentonar, junto a todas las escritas por Simenon sobre este policía parisino de ficción.

Por lo que he podido leer en una entrevista al autor, no hay ninguna intención de repetir, por lo que podemos estar ante el último caso del comisario Maigret.

Quiere ser esta obra, según palabras del propio autor, una especie de homenaje tanto al autor original como a su personaje, de los que al parecer fue fiel seguidor desde muy joven. Si es así, a fe que lo ha conseguido de la mejor manera posible.