Bevilacqua y Chamorro son requeridos esta vez en Guadalajara, más cerca de Madrid, dónde trabajan y pueden ir y venir en el día.
Un hombre ha muerto en un motel en una situación y una postura algo comprometidas. No parece un asesinato porque no hay huellas de violencia, pero ¿seguro que es un accidente tras un encuentro amoroso pelín “apasionado”? Lo que está claro es que el artilugio con el que jugaba nuestro cadáver no pudo utilizarlo solo pues, la postura y el que estuviera amarrado a la cama, eran muestras claras de que debía haber estado acompañado en el momento de su muerte por alguna persona.
El fallecido, Trinidad Soler, respetable hombre de familia, felizmente casado y con hijos, empleado en una central nuclear cercana y sin problemas económicos no parece el tipo de persona que frecuente estos lugares ni practique semejantes diversiones pero…, eso es lo que tienen que averiguar nuestros detectives.
Empiezan por investigar a la víctima que parecía llevar una doble vida y descubren que el hombre tenía un lado secreto, algo más oscuro que el que públicamente ofrecía. Pero el caso es que no consiguen ninguna pista fiable que les lleve a averiguar qué ocurrió. Lo más que consiguen averiguar es que se le vio en compañía de una impresionante rubia, extranjera, de más de 1,80 m. Presionados por sus jefes, que a su vez están presionados por los suyos, deciden cerrar el caso concluyendo que el hombre decidió echar una canita al aire y que la cosa salió mal.
Pero al cabo de los meses aparece otro cadáver. No muy cerca del escenario anterior pero, casualmente, es una imponente rubia de más de 1,80 metros. Esto es suficiente para que nuestros detectives soliciten la reapertura del caso. No es que su solicitud sea muy bien acogida, pero lo consiguen tras argumentar de manera convincente sus sospechas.
Y despacio, muy despacio, con paciencia, consiguen hilvanar los dos asesinatos, relacionando las dos muertes acaecidas con un breve intervalo de tiempo entre ellas. Esa paciencia tendrá como resultado la resolución de caso (de los casos) y la detención del asesino.
Una historia con todos los ingredientes que la novela negra suele tener: Muertos, asesinos, corrupción, drogas, tensión- sexual-no-resuelta, policías concienzudos y algo atípicos y, sobre todo, psicología, mucha psicología. Tiene incluso una pequeña y somera descripción sobre cómo funcionan las centrales nucleares.
Interesante e intrincada trama, correcto y cuidado lenguaje y personajes muy bien elaborados, como corresponde a los protagonistas de lo que se pretende sea una saga duradera. Un estilo que creo que califiqué como elegante y en lo que me ratifico. Lo único que siento es que Bevilacqua y Chamorro no lleguen a ser algo más en su vida cotidiana, pero si queremos que esta pareja siga funcionando como lo hace, debe perdurar la tensión en el tiempo y la atracción entre ambos (sobre todo de Bevilacqua por Chamorro) debe llevarse con paciencia.
Rubén algo mayor que Virginia y más experimentado, psicólogo frustrado, algo pesimista quizá y atraído por la inteligencia de su compañera. Virginia más lista y puntillosa, racional, ordenada y trabajadora, admira a su jefe y necesita saber que éste aprecia su trabajo y su esfuerzo.
No sé si es la mejor novela de Lorenzo Silva que he leído, en cualquier caso tan buena como la anterior, ambas rayando los 5 antifaces. Pongamos 4.5, que no redondeo al alza, sino a la baja, porque me reservo para mejor ocasión.