
Panteón, Carlos Sisí.
Hace un par de días que terminé de leer el libro de Sisí, y no puedo más que quitarme el sombrero ante el vigente Premio Minotauro, Me ha parecido magnífico. Si me atrapó con Los Caminantes, y me embriagó con La hora del Mar, con Panteón he descubierto al que será uno de mis escritores fetiche de ahora en adelante. Sin duda, para mi gusto, este es el mejor libro de Carlos Sisí.
Panteón nos presenta un futuro lejano en el que la Tierra es sólo un recuerdo olvidado, y en el que los hombres se han expandido por el universo entero, poblando una gran cantidad de planetas. Cada planeta tiene su propio gobierno, pero hay varias entidades supranacionales (o deberíamos decir, supraplanetarias). Una de ellas es La Colonia, un grupo de gente que salió de la Tierra con el fin de colonizar el universo, y que tras muchas generaciones han perdido sus diferentes identidades nacionales y se sienten coloniales.

El espacio, escenario de nuestra aventura.
La Colonia está compuesta por científicos y técnicos, por lo que han desarrollado una tecnología más avanzada que el resto de los planetas. Sin embargo, en lugar de utilizarla para dominar al resto, intentan que el equilibrio se mantenga en el universo, haciendo que ninguna facción destaque más que las otras, mediante la amenaza velada algunas veces, o compartiendo tecnología avanzada con otras facciones cuando una de ellas la había desarrollado en solitario. Una especie de balanza cósmica al estilo Moorcockiano.
Otro elemento importante en el escenario son los mercenarios. Mientras la que los gobiernos no se manchan las manos luchando entre sí, en ocasiones por no hacer enfadar a la colonia, mandan mercenarios a luchar por conquistar posiciones estratégicas o para saquear recursos. Luchas encarnizadas en el que en ninguno de los dos bandos hay estandarte ni insignias. Uniformes sin identificar para soldados sin bandera, y tras ellas, el bando ganador va a cobrar el cheque a la oficina de su cliente.

Las silenciosas luchas en el espacio.
Los protagonistas de la obra son Ferdinard y Malhereux, dos chatarreros espaciales, que se ganan el pan yendo a los restos de las batallas entre mercenarios, y rapiñando la tecnología que queda en el campo de batalla antes de que el bando ganador tome posesión del terreno. Baterías, pequeños robots, microchips, armas… Todo ello puede ser reparado y es muy valioso en el marcado de segunda mano.

Recuperar chatarra espacial, un oficio peligroso.
Sin embargo es una profesión de bastante riesgo, pues para ser los primeros en llegar, deben estar justo cuando acaban los tiros, y no siempre los soldados han acabado su trabajo. En una de estas ocasiones, haciendo una limpieza tras una intervención militar encontrarán un objeto inesperado. Algo extraño, que según las bases de datos proviene de la lejana Tierra. Cuando ya se están frotando las manos pensando en los miles (o millones) de créditos que podrán conseguir por el botín, los soldados regresan y destruyen su nave. Atrapados y perseguidos, sólo pueden huir hacia un incierto destino, adentrándose más en el planeta.
Paralelamente, en las instalaciones de La Colonia, una funcionaria observa como dos facciones rivales de mercenarios se dan de tortas en un planeta lejano. En principio no tiene previsto intervenir, ya que estas razzias son frecuentes, pero al ver el enorme despliegue de ambos bandos en un planeta ridículo de una zona marginal del universo empieza a sospechar que en ese planeta se oculta algo más de lo evidente, y decidirá ir como observadora al campo de batalla, para decidir si La Colonia deberá intervenir o no.

Maralda Tardes, la atractiva funcionaria colonial.
La tercera parte de este triángulo son los Sarlab, una tribu de salvajes y feroces mercenarios, cuya mera existencia tiene sentido por la lucha en sí misma. A diferencia del resto de los mercenarios, que son estrictamente profesionales en su trabajo, los Sarlab se ceban con sus víctimas con el fin de infundir el terror en el corazón de sus enemigos incluso antes de entablar combate. Parece ser que los preceptos de Sun Tzu sigen vigentes en los combates espaciales.
Los Sarlab son uno de los don bandos que están combatiendo en el planeta. Su líder, Jebediah (no pude evitar pensar en Jebediah Springfield), es un salvaje entre salvajes. El caudillo Sarlab infunde temor no sólo entre sus enemigos, sino también entre sus soldados. Con el cuerpo biónicamente modificado, es un soldado imbatible, y ha puesto su mirada sobre el planeta, no sólo por el encargo de su cliente, sino porque tiene planes personales para lo que allí se encuentra…

Al leer la descripción de Jebediah, me imaginaba a un borg de Star Trek.
Espero que esta no sea la última incursión de Carlos Sisí en la Ciencia Ficción, pues demuestra que es un campo en el que se encuentra realmente cómodo, y que domina a la perfección. El libro tiene un ritmo increíble, sin dejarte ni un momento de tranquilidad a lo largo de sus páginas, y te deja con muchísimas ganas de más cuando lo acabas. Confío en que siga explorando el universo que ha creado para Panteón, y continúe expandiendo la saga hasta convertirla en su propia Fundación.