
Relatos que me asustaron, Alfred Hitchcock.
He terminado de leer la selección de relatos del maestro de la intriga, y podemos decir que me ha gustado bastante. Como toda selección, cuenta con un nivel heterogéneo, y algunos relatos me han parecido más disfrutables que otros, naturalmente. Todas son historias de intriga y/o terror, de las que acostumbrábamos a ver en televisión en su serie «Alfred Hitchcock presenta…«. De hecho, no me sorprendería que alguno de ellos haya figurado en la serie.
A pesar de compartir un componente de terror y misterio, la temática ha sido muy variopinta. Había relatos de terror clásicos, dignos de la pluma de Poe o Lovecraft, otros de terror psicológico nada sobrenatural, asesinos despiadados, seres sobrenaturales y hasta futuros apocalípticos. Para todos los gustos.
Sin embargo, uno de ellos destaca sobre los demás, sobre todo en extensión. Igual que el libro de Neruda se titula «20 poemas de amor y una canción desesperada«, éste podía titularse «23 relatos de terror y una novela al final«, ya que el ultimo de los relatos tiene una extensión de 238 páginas, lo que constituye una novela por si misma.

A la izquierda 23 relatos, a la derecha uno.
Hablaré pues de este último, ya que me gustó bastante, y además me recordó mucho a una novela que he leído recientemente, «La hora del mar«, de Carlos Sisí. El relato se titula «El misterio de las profundidades» (Out of the Deeps), y está firmado por John Wyndham.
La historia comienza con nuestros protagonistas viajando en un crucero, en el que avistarán una serie de esferas luminosas descendiendo desde el cielo, y sumergiéndose en el mar. Fenómenos similares se darán en todas partes del mundo, siempre sobre aguas profundas. Los protagonistas, Mike Watson y su mujer Phyllis, son reporteros de la emisora de radio E.B.C. de Londres, y empezarán a recopilar los datos de los avistamientos de esos sucesos, que se producirán durante años.
Posteriormente, comenzarán a producirse casos de desapariciones de barcos en zonas de alta profundidad, como fosas y similares. Siempre en profundidades por encima de 3.500 metros. Barcos de pesca, cruceros, incluso fragatas militares son hundidos como cascarones de nuez por fuerzas de origen desconocido.
Los militares recurrirán a Watson por su amplio conocimiento de este tipo de fenómenos, y les invitarán a presenciar una inmersión en batiscafo a una de estas zonas, con el fin de investigar los extraños sucesos. En plena inmersión, los buzos transmitirán una imagen de una enorme ser (o cosa) espantosa, y se perderá la señal. Al subirlos de nuevo, el cable ha sido cortado, pero no por un mordisco, sino que ha sido completamente «soldado».
Los militares reaccionarán lanzando bombas nucleares a esas fosas, consiguiendo algunos supuestos éxitos, ya que tiempo después llega a la superficie una masa gelatinosa, que suponen pertenecen a esos seres, pero también algunos fracasos, ya que los barcos son hundidos antes de lanzar su carga, y las bombas se pierden en las profundidades.
Los ataques se incrementan, y el tráfico marítimo se ve comprometido. El aumento del precio de los seguros hace que sea carísimo viajar por mar, y sólo los más valientes se atreven a hacerlo. Volvemos pues a viajar costeando tierra, como en la antigüedad.
Pasados los meses, empiezan a producirse los ataques en las costas. Primero en islas casi desiertas del pacífico, pero poco a poco en zonas más pobladas. Unas estructuras tubulares metálicas salen del mar reptando y se internan unos cientos de metros hasta las zonas pobladas, arrasando estructuras a su paso. De ellas saldrán una especie de redes que capturan a las personas y las arrastran hacia el mar. Como si estuvieran pescando, pero al revés.
Las autoridades responden enviando al ejército a defender las playas, mientras la población abandona las zonas costeras y emigra al interior, donde se creen a salvo. Sin embargo, un aumento artificial de las temperaturas en los casquetes polares les demostrarán que están equivocados… muy equivocados.