
La hora del mar, Carlos Sisí.
Hoy ha salido a la venta La hora del mar, el nuevo libro de Carlos Sisí. Si aún no has tenido ocasión de ir a comprarlo, no lo dejes para el fin de semana, porque a lo mejor ya no te quedan ejemplares, si atendemos a las buenísimas opiniones que ha generado entre los lectores beta, y a la expectación provocada entre sus fans. Si no quieres tener que hacerte con la segunda edición, ya te puedes dar prisa, amigo.
Hemos tenido ocasión de acceder a una de las copias del documento antes de su publicación, y hemos concluido su lectura. Sólo podemos decir una cosa: soberbio. Creo que a partir de ahora las coletillas esas de «del autor de Los Caminantes«, empezarán a ser sustituidas por «del autor de La hora del mar«. Y si no, al tiempo.
El libro es difícil de encasillar. He oído por ahí llamarlo «thriller medioambiental». También novela de ciencia ficción o incluso libro de terror psicológico. Hay de todo, ciertamente. Creo que una buena historia es una buena historia, y no necesita de etiquetas que la predefinan. Acércate al libro sin prejuicios y disfruta de cada una de las páginas.
La historia comienza en un tranquilo bote de pesca, dónde dos amigos se relajan al son de la pesca y la buena conversación. Sin embargo los peces están rebeldes… no pican. Hasta que uno sale flotando a la superficie, muerto. Y luego otro… y otro…. y otro más. Decenas, cientos… miles de peces rodeando la barca en una dantesca escena extraída del mismísimo Hades.
Jonás y Miguel, nuestros amigos pescadores, bastante acojonados, intentan volver a la orilla sin salpicar mucho con los remos, y desde luego, sin atreverse a tocar el agua ni a uno sólo de los peces, cuando de pronto, una esfera luminosa pasa a una velocidad de vértigo por debajo de ellos y se pierde en el horizonte. Incrédulos, y pensando si alucinan, o las cervecitas tendrán algo que ver, no saben qué van a decir cuando vuelvan a tierra… Desde luego no es nada fácil de explicar.
Sin embargo el caso no es aislado. En todos los mares y océanos del planeta el fenómeno se repite… Miles de peces muertos sin explicación coherente, y avistamientos de extrañas luces a lo largo del mapa. Tras ello, algunos movimientos sísimicos provocan fuertes maremotos, hundiendo una gran cantidad de barcos en diversos puntos del planeta; desde pequeñas barcas pesqueras, a gigantescos portaaviones. Las fuerzas de la naturaleza están desatadas, y nadie tiene una idea muy clara de cómo tratar con la Madre Tierra en estos casos.
Y cómo decía la gran Mayra Gómez-Kemp, «hasta aquí puedo leer«. Me resulta imposible seguir comentando el libro sin incurrir en spoilers grandes como camiones volando por los cielos, y no quiero destripar al lector los giros argumentales de los que tanto he disfrutado. Diremos pues que los gobiernos del mundo intentan abordar la crisis desde sus búnkeres, mandando al ejército a los diversos rincones del orbe a sofocar los problemas, y la gente abandona las zonas costeras para retirarse a campos de refugiados, temiendo por sus vidas debido a la amenaza que proviene del mar.
He disfrutado mucho del libro, y de sus diversas líneas argumentales, que confluyen todas en las cincuenta últimas páginas, resolviéndo incógnitas al estilo Agatha Christie, donde en unas cuantas páginas satisface las ansias del lector explicando (aunque no demasiado, dejando algo a la imaginación), los inexplicables sucesos que hemos estado viviendo en las quinientas primeras páginas. Sin duda, el final es uno de los momentos más saboreables de toda la novela, y me ha dejado con un muy buen sabor de boca.
Los personajes son otro de los puntos fuertes de la novela. Se trata de un libro coral, con una gran cantidad de protagonistas con mucho peso en la historia. Todos ellos están perfectamente definidos, con su historia detrás de cada uno, sus rasgos, su personalidad. Te los podías imaginar perfectamente. Si bien Carlos Sisí no es George R.R. Marti, lo cierto es que los trata bastante mal, y te hace sufrir con ellos, y por ellos.
Alguien me dijo que su preferido era Pichou, pero sin duda mi favorito es el sargento Cothran. No tiene un papel tan largo como otros protagonistas, sino que es más bien transversal, pero su presencia es arrolladora, hasta su emotiva frase:
–Sigue disparando, hijo –dijo el sargento–. No pares. Y sobre todo, no mires atrás. No mires atrás.
Pero desde luego, el momento emotivo, y que sin duda para mi gusto son las mejores líneas del libro, es en la página 80, el final de Jim y su amante. Me emocionó realmente. Si hubiera sido el final de una novela, en lugar de un suceso de casi al principio, hubiera sido un colofón grandioso.
Y en el otro extremo, tenemos al personaje odioso, la chiflada de Rebeca. El némesis malvado intenta ser Koldo, pero no lo consigue, me cae bien ese psicópata cabroncete. Sin embargo la jodida bipolar de Rebeca me saca de mis casillas. Estuve deseando verla despedazada desde su primera aparición en el libro. ¡Que personaje más antipático!
Y sobre Carlos Sisí, hemos de decir que con este libro abandona completamente el perfil de escritor de novelas de zombies, y da un paso definitivo hacia su madurez literaria. Demuestra sobradamente su solvencia fuera del género, y creo que está será un primer paso de un larga carrera en otras temáticas. Me recuerda a Clint Eastwood, donde al final de su trayectoria cinematográfica, su comienzos en el western son anecdóticos. Imagino dentro de diez años oyendo decir, «¿pues sabías que Carlos Sisí comenzó escribiendo novelas de zombies?«. Sin duda sus nuevas historias le definirán en lo sucesivo. Y querremos estar allí para verlo.