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Los Buddenbrook, de Thomas Mann.

Los Buddenbrook, de Thomas Mann.

(Ver Leyendo-Ficha técnica)

Un próspero comerciante de cereales, bien considerado socialmente, perteneciente a la alta burguesía alemana del siglo XIX, inicia esta saga familiar. La novela empieza con la compra, mejor dicho, con el estreno de su nueva casa. Una casa a la altura de la posición social de la familia. Allí se celebran fiestas, reuniones familiares, acontecimiento sociales, siempre reverenciando a la familia y particularmente al patriarca de la misma, Johann Buddenbrook. La casa juega un importante papel en la historia. Es la representación del esplendor familiar. Cuando la tercera generación se ve obligada a desprenderse ella, el hecho marca un punto de inflexión en sus vidas y poco a poco, la decadencia familiar va en aumento.

La segunda generación mantiene, e incluso aumenta, la prosperidad familiar, pero a partir de la tercera, los hados parecen conjurarse con esta familia que, sin sufrir grandes desgracias familiares o económicas, comienza a fraguar su declive. Y la cuarta, ya casi ni es generación ni nada. No hay apenas descendientes y ninguno capacitado para hacerse cargo de la empresa familiar.

El primer Johann Buddenbrook que aparece en el libro, es el verdadero artífice de su posición social y económica. Es el que ha encumbrado a la familia a lo más alto de la sociedad de Lübeck. Tiene muy arraigado aquello de la posición social hasta el punto de que repudia a su hijo mayor por el hecho de haberse casado una tendera. Nos presenta a todos los miembros de la familia bastante altivos y marcados por cierta pedantería, subrayada por la costumbre de intercalar en su conversación algunas palabras en francés. Incluso esta costumbre va desapareciendo poco a poco a lo largo de la novela.

La siguiente generación viene encabezada por otro Johann Buddenbrook, imbuído por un profundo sentimiento religioso y por una conciencia de familia llevados a la exageración.

Cuando muere, se hace cargo de la dirección de la empresa y de la familia, su hijo Thomas. Éste cultiva al mismo tiempo su posición política, llegando a ser senador. Cuida mucho su aspecto y sus maneras. Tarda más de dos horas en acicalarse antes de salir de casa y siempre muestra un aspecto dinámico y feliz, aunque no se sienta así. Lo considera su obligación. Esto termina por amargarle un poco.

Hasta esta tercera generación todo iba, más o menos, sobre ruedas. Todos tenían un alto sentido del deber familiar y la empresa era todo. Sacrificaban sus vidas por el bien general de ambas. Pero poco a poco se les va acabando el fuelle. Las crisis económicas, las guerras europeas… todo son problemas a los que Thomas apenas puede hacer frente. Y además el resto de la familia vuelve su mirada hacia él cuando llegan esos problemas. Él tiene el deber de proveer para todos y Thomas no puede con el peso que esto acarrea sobre su persona. También está su hijo, un niño frágil, delicado, un artista como su madre, un músico en ciernes. Esto está bien para una mujer pero no para el heredero de una empresa como la Casa Buddenbrook.

Tengo que decir que me ha gustado bastante. Es una historia triste pero muy entretenida, se aprende bastante de la sociedad y costumbres de la época y el país.

Me ha gustado especialmente la manera de pasar el protagonismo de una generación a otra casi sin que te des cuenta. Desde luego se ve la mano de un maestro de la escritura. Tengo que buscar otra de sus grandes novelas, “La montaña mágica”, que creo que tengo por casa. Me he quedado con ganas de más.